El atacante, que llegó al lugar en moto con otro cómplice, tenía el rostro semicubierto y sabía que en el comercio había más plata. “Decime donde está, no te hagás quemar al p…”, le dijo a la víctima.
El comerciante llegó a las 5 de la tarde para abrir el negocio y estaba sacando el bicicletero cuando una persona con el rostro semicubierto descendió de una moto, lo apuntó con un revólver y lo obligó a entrar.
El foragido exigió a Manzione la entrega del dinero, a lo que el propietario del local accedió.
“Agarralo, está en la caja”, le dijo. Sin embargo el delincuente no quedó conforme y le pidió que le diera más.
“Dale que la tenés escondida, decime donde está…no te hagás quemar al p…”, le dijo el asaltante a Manzione, mientras lo seguía apuntando.
Dicha situación provocó que el comerciante reaccionara y tomara del brazo al malhechor, generándose un forcejeo que culminó cuando el atacante efectuó dos disparos.
“Salieron dos tiros, pero gatilló tres veces”, narró Manzione a LA PALABRA.
“Me salvé de milagro. Por suerte alcancé a tenerle el brazo y los tiros pegaron en una vitrina”, añadió.
Sabía que tenía dinero guardado
El comerciante señaló también que está convencido que en el hecho hubo un entregador o fue perpetrado por personas que conocían sus movimientos o los del comercio.
“Generalmente no guardo dinero acá, pero como tenía que pagar proveedores, había dejado la plata en el negocio. Más o menos 9 mil pesos, que fue lo que se llevaron”, indicó.
El atacante, acotó el comerciante, no estaba solo. Llegó al lugar con otro acompañante, que era el que manejaba la moto, y el que permaneció afuera todo el tiempo como campana.
“Pensé que me mataba”, dijo la víctima.
El hecho, como es normal, dejó a Manzione profundamente perturbado.
“Sigo abriendo el negocio porque otra no me queda. Ahora encima tengo que trabajar el doble para recuperar lo que me robaron”, comentó.
“Pero la verdad, dijo, después de lo que pasó no me dan ni ganas de venir a trabajar”, expresó compungido.
“En el momento cuando nos pusimos a forcejear y le alcancé a pegar un par de trompadas, no pensaba nada. Pero cuando pasó todo me cayó la ficha…”, admitió.
“Cuando se fue, pensé realmente que me mataba”, confesó.
“Pasó al lado, me miró y me dijo: viste gato que tenías la guita, para qué te hacés quemar…”, expresó.
“Ahí, en ese momento, pensé que me tiraba. Yo creo que si hubiera sido un chorro de Buenos Aires, no me salvaba”, sostuvo.