Carta de Lectores

Lo que vi en mi reciente visita a Lobos

Hacía cinco años que no volvía a Lobos. Estuve de paseo ahí en la última semana de marzo de 2017.
Mi descripción será sobre las cosas positivas, que me agradaron, pero también sobre las negativas, con el objetivo de reflexionar sobre lo que se podría mejorar.

Hay nuevos lugares donde poder almorzar y cenar, algo muy conveniente para los que están de paseo. Las muchas plantas de palmeras en las calles, que si bien no son naturales de la zona, le dan un aspecto exótico que puede atraer al turismo. También otras variedades de plantas, que antes no existían, dan aspecto verde a las calles.

Algunas casas antiguas con sus fachadas pintadas con colores que resaltan los detalles arquitectónicos y decorativos, son un buen intento de hacer más atractiva la ciudad y al mismo tiempo preservar el patrimonio edilicio.
Una grata sorpresa ha sido el antiguo Cine Italiano restaurado y la oficina de turismo funcionando, ahí mismo, en lo que fuera, varios años atrás, un tradicional café.

Muchos negocios en las calles Buenos Aires y 9 de Julio, le dan actividad en las horas comerciales, pero también observé en las veredas de esas calles muchos agujeros muy peligrosos para el peatón.
Son las tapas metálicas rectangulares de las aguas corrientes que faltan y que crean la posibilidad de enganchar el pie ahí y provocar una caída. ¿Porqué faltan, y no están en su sitio donde deberían?

El tránsito de automóviles es bastante rápido, mucho más veloz de lo necesario en esta ciudad pequeña, que no tiene grandes distancias y en donde se puede llegar en pocos minutos de un lugar a otro.

Las sendas peatonales blancas están casi borradas en muchas esquinas. Los automovilistas no respetan al peatón dispuesto a cruzar la calle y no paran para que las personas pasen por ese lugar indicado.

Es más, si uno se atreve a hacer uso del derecho del peatón de cruzar por ahí, el que maneja el auto se lo tira encima, casi atropellándolo, y es el caminante le que debe retirarse para atrás como pidiendo disculpas al que maneja.

En cualquier ciudad del mundo las sendas peatonales deben ser absolutamente respetadas y el automovilista que no lo hace debe pagar una multa por incumplimiento de las reglas de protección al peatón.

El Paseo de la Historia y la Cultura, que se creó no hace mucho, se encontraba lleno de pastos secos que crecían entre los famosos adoquines, que dieron tanto que hablar, casi tapándolos en ciertos lugares.

No recuerdo haber visto ahí un cartel que explique cómo fue que llegaron esos adoquines allí, que no es el sitio en que estaban originalmente. Ni he visto que haya una breve explicación y mapa de cuáles eran las calles empedradas de donde se sacaron. Eso debería colocarse para que las generaciones nuevas conozcan la historia de su ciudad.

Sobre el nombre del paseo, opino que no corresponde que lleve las palabras “de la Historia”, porque ahí sobre el mismo paseo no ha ocurrido nada histórico, sino que ha sido construido con piedras antiguas traídas de otro lado.
No es lo mismo que haber sido allí donde pasaron hechos históricos de la ciudad. En el futuro se verá si los hechos que ocurran en él podrán ser llamados históricos.

El Museo Histórico y de Ciencias Naturales, Pago de Los Lobos, es muy interesante y tiene una amplia colección de objetos antiguos de uso en la vida diaria de tiempos pasados.

Pero creería que no son muchos los habitantes de Lobos que lo hayan visitado.
El horario de atención es muy limitado y no muy conveniente, de 9 a 11 de la mañana, todos los días, horario en que la gente está en sus ocupaciones y trabajos. Y los sábados y domingos ese horario quizá es demasiado temprano.

Sería mucho mejor un horario por la tarde en que sea posible que ir al museo se convierta en un paseo familiar. Tampoco es un horario conveniente para los turistas que visitan Lobos, y debería estar abierto más cantidad de horas.

Me asombró la cantidad de motocicletas cuyos conductores no llevaban casco y además, que los niños son transportados en ellas sin ninguna clase de protección.

El uso de los cinturones de seguridad para pasajeros, en los autos remises que tomé, es imposible , porque no los tienen o están bajo los asientos, haciendo difícil sacarlos de ahí. Parecería que el dueño del remís quiere que no “molesten” al pasajero y los esconden, ya que el uso de ellos no es una costumbre popular, como debería ser.

Por último me referiré a la gran cantidad de perros sueltos por todos lados. Es muy molesto cuando uno se sienta en una mesa de una confitería, en la vereda, y esos perros se instalan muy cerca de uno, casi encima. Se deben hacer piruetas para no pisarlos cuando uno quiere irse de ahí. Los he visto durmiendo largo a largo en la entrada de un restaurante, y hubo que buscar la otra salida para no molestar a esos animales y correr el riesgo de ser mordido por ellos.

El trencito que recorre la ciudad, con su carga de niños, padres y abuelos, con su música y sus luces multicolores, es una alegría que se convierte en una pesadilla, cuando esos perros sueltos van corriendo y ladrando al lado de ese vehículo, transformando su paso por las calles en un ruido estridente y molesto.

Los perros que la perrera capturó son vacunados y castrados, me dijo alguien a quien pregunté, y se tienen encerrados para adopción, pero si no son adoptados después de un tiempo, son soltados a la calle nuevamente.

No sé si eso es cierto, lo de dejarlos nuevamente libres, pero de ser verdad es una idea totalmente ilógica y anti progresista. En muchas ciudades del mundo no hay perros sueltos y los dueños deben llevarlos por la calle atados con correas.

Aunque suena duro, si nadie se quiere hacer cargo de esos perros, se deben sacrificar por el bien de la salud pública.

Triste es pensar que se ha vuelto una característica antigua del lugar dónde se originó Lobos, lo de los perros sueltos y sin dueño, los perros cimarrones.
Sobre el nombre de Lobos dice el libro de Juan R. Angueira , ¨El Pago de Los Lobos¨, que una de las teorías es que el nombre de esta ciudad, pudiera tener origen en los ¨lobos¨ que merodeaban por la zona, que podrían haber sido perros cimarrones, y que testigos de la época cuentan, en sus descripciones, que existían innumerables perros que parecían lobos.

Si bien estos perros que deambulan actualmente por las calles de esta ciudad no son salvajes, sería interesante saber cuántas personas han sido, y serán, mordidas o afectadas de alguna forma por estos animales sueltos, que nos retrotraen a las descripciones de más de doscientos años atrás. Parece no haberse avanzado nada en ese aspecto.

María del Carmen Rizzi de Grandi
30 de Abril de 2017
Ex-profesora de Historia en Lobos
Ex-Museóloga en el Museo del Cabildo y La Revolución de Mayo, de Buenos Aires.
DNI 6.027.273